Y después de la
última entrada de esta bitácora, va el Papa y abdica. Me lo ha dejado a huevo,
hablando pronto y mal: si el Papa ha encontrado la dignidad necesaria dejarlo
(sea por H o por B), que no os quepa ninguna duda de qué es porque es alemán.
De hecho, hasta donde alcanza mi memoria el único rey español que abdicó por
las buenas y en condiciones (Carlos I),
también era en buena medida alemán. Qué cosas.
Esta semana me la
he pasado dando clases prácticas a los alumnos de bioquímica de último curso. Me
las endosaron hace unas semanas y no tengo ni idea de si voy a recibir algún
tipo de reconocimiento lectivo oficial, pero bueno. Casi todo el mundo en el
laboratorio participa, y yo no iba a ser el recién llegado disidente, así que
al tajo. Además, pese a los tedioso del protocolo que me ha tocado desarrollar
con los diferentes grupos de alumnos durante cuatro días seguidos (una
transferencia de Western consiste en estar tres horas trabajando y otras cuatro
con los brazos cruzados esperando por esto o aquello), me ha servido para
calibrar diversas características del sistema educativo y del carácter de los
estudiantes alemanes.
Cuando yo daba
prácticas en España, me colocaban entre 25 y 30 chavales por clase para mí
solito, a veces en sesiones dobles el mismo día. Por supuesto, la mayoría de
las veces sin ningún apoyo. Sólo el primer año las impartí junto con mi
entrañable compañero Fernandito. Aquí he tenido cada día entre cinco y seis
alumnos, lo que quiere decir que habrán pasado ante mis ojos unos veintitantos.
El primer punto que ha hecho esta experiencia algo diferente es, por supuesto, el idioma. Como
obviamente no estoy como para dar clase en alemán (pese a mis tímidos progresos),
pues me vi obligado a darles las explicaciones en inglés. De los veintitantos,
sólo dos tenían problemas para comprenderme, y sus compañeros les traducían al
alemán con cariño, paciencia y en tiempo real. La comparación con lo que habría
sucedido en una universidad española me resulta escalofriante.
Además, he de
añadir que, siendo el protocolo que nos tocó desarrollar un verdadero coñazo, y
que implicaba que se quedasen una hora y pico A MAYORES el día previo, no he
visto ni una mala cara ni escuchado un solo reproche. Por supuesto unos era más
habilidosos, otros más torpes, otros mostraban mayor interés y otros menos
ganas, como en todos los lados. Sus conocimientos teóricos no eran lo que se
dice deslumbrantes en muchos casos. El aspecto de muchos era sumamente
gracioso, en un par de casos inquietante (había uno despigmentado y con gafas
ahumadas redonditas que parecía sacado de una película de Indiana Jones), pero
todos han sido exquisitamente simpáticos, educados y respetuosos. En España
nunca faltan tres o cuatro tocahuevos por grupo de prácticas, que enrarecen el
ambiente y te incitan a la violencia. O algún inadaptado que no acepta su
condición natural de marginado y trata de compensarlo haciendo gracias sin
sentido todavía a los veinte años (la mayoría de los inadaptados nos damos cuenta de que esa táctica no tiene sentido hacia los catorce). Aquí no. Todo era buenos días y hasta
mañana, por favor y gracias. Había uno con pinta de chulo de putas y cara de
zoquete genético en otro grupo, pero no me ha tocado comprobar sus habilidades.
En España hubiese sido el sex symbol de la clase, por descontado.
Como contraste, para
que no os creáis que vivo en Jauja, tengo una nueva remesa de cosas malas de
Alemania: he recibido una cartita en la que me comunican que por habitar un
piso aquí y ser mayor de edad, y en virtud de una nueva ley, me toca abonar
entre 80 y 200 euros anuales a cambio del privilegio de poder usar (si quisiese, cosa
que no ocurre) la televisión y radio públicas alemanas, supongo que con el
objeto de poder sufragar los gastos que generarán los Grandes Hermanos locales
y esa clase de gilipolleces. En fin. Además, siguiendo con mi tradicional buena
suerte, he caído constipado durante las prácticas. Dado que (muy amablemente, eso sí) el farmacéutico
se negó rotundamente a venderme el equivalente alemán del Frenadol®,
obligándome a adquirir un espray nasal que no me ha funcionado demasiado bien y
unos caramelos de eucalipto ahora desautorizados por mis padres a favor de los
de miel, he dado las prácticas en medio de ataques de tos, carraspeos y
estornudos, por no decir que me temo en algunos momentos los mocos me llegaban
hasta la ingles. También me dijo que bebiese mucha agua, por cierto. Que Dios
le guarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario