domingo, 10 de febrero de 2013

Y la mujer del César era alemana!!!



Y anteayer, tras algunas semanas de escarnio público, dimes y diretes -que se iniciaron nada más y nada menos que en una acusación anónima a través de un blog en internet-, Annette Schavan, la señora ministra de educación de Alemania, anunció su dimisión al serle retirado el grado académico de Doctor a causa del plagio de su tesis, presentada en 1980. A dos mil y pico kilómetros de Berlín, en Madrid, ya sabemos todos lo que se cuece. El olorcillo del guiso es inconfundible. Como casi todo lo que cocinamos en España, es mucho más sabroso.

Durante la comparecencia con Merkel, se esgrimió como argumento para refrendar la renuncia a un cargo tan jugosote ya no la culpabilidad de la señora en cuestión (parece ser que hay tomate, pero el asunto está recurrido en los tribunales), sino el hecho de que las meras sospechas que recaen sobre ella la deslegitimaban para ejercerlo. Es importante incidir en el hecho de que la señora esta no se enfrenta a ningún tipo de proceso penal por el plagio, es decir, no ha cometido un delito. Y además es digno de resaltar los hechos (patéticos y deleznables, en cualquier caso) tuvieron lugar hace la friolera de 33 añitos. Vamos, en España a los 33 años ha prescrito hasta el canibalismo infantil familiar, teniendo en cuenta que en unos meses los asesinos de las niñas de Alcasser podrán ir a contar su historia a Telecinco sin ningún miedo, si es que con esto de la crisis necesitan sacarse unos durillos.  En resumidas cuentas, esta señora ha dimitido por una mera y simple cuestión honorabilidad. Como aquello de la mujer del César. Es mirar los periódicos españoles y juro por Dios que me pongo verde de envidia. 

En el caso de España, sólo cuando la última instancia confirma tras años de proceso judicial que sí, macho, que te lo estabas llevando en carretilla y lo tenemos grabado en vídeo, y sólo si el asuntillo no ha prescrito, entonces el personaje de turno hace lo más parecido a dimitir que puede hacer un político español: pone su cargo a disposición del partido.  Y es muy interesante, porque siempre lo hace para “no perjudicar a sus compañeros”. Cojonudo. Cómo si sólo importase eso. Y jamás dicen algo que por aquí siempre dicen en estos casos: aquí en Alemania cuando pasa algo así se declaran “avergonzados”. En España no queda ni vergüenza, ni honor, ni nada por el estilo. Adónde fueron a parar es un misterio, porque no me cabe duda alguna de que se trata de atributos propios de la naturaleza humana.

Aunque personalmente el punto que más me fascina de todo esto es las narices que le ha echado a todo esto la Universidad de Dusseldorf, que no se ha achantado ni lo más mínimo a la hora de retirar un título expedido hace  33 añitos, después de comprobar datos aparecidos en un blog anónimo y culminar una investigación que en última instancia le ha costado el puesto a una ministra (de Educación, para más inri). Vamos, en España se echa tierra sobre el asunto en menos de lo que un profesor titular se toma cuatro cafés, a alguien le sacan una plaza de funcionario y si te he visto no me acuerdo.  Como está mandado.

Y ojo, que en Alemania distan mucho de ser perfectos. Aquí también se toca los huevos unos cuantos, y hacen impunes sus crucigramas a la luz de los fluorescentes (a falta de solillo). Pero igual son un 25 % y no un 35 % como en mi patria, y quizás en ese 10 %, fríamente calculado por las mentes teutonas, se halle el umbral de la sostenibilidad económica e institucional de un país. Y además, se tocan los huevos de manera puntual, regular y en su puesto de trabajo. Las tasas de escaqueo en casita son mínimas.  Me viene ahora mismo a la cabeza el caso de un funcionario alemán que después de jubilarse hace dos o tres años hizo público que durante los últimos 40 años en el ayuntamiento no había hecho absolutamente nada. El hombre quería así denunciar a toro pasado la falta de eficacia de la administración alemana. La respuesta de la  alcaldía me llegó al alma: estaban muy decepcionados, porque si en verdad aquel hombre no había tenido trabajo durante aquellos años, lo que ellos esperaban de él es que se lo hubiese comunicado, para así poder asignarle alguna tarea. Un abismo cultural nos separa.

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